jueves, 19 de septiembre de 2019

Vicente el caracol adolescente

Vicente, el caracol adolescente

había una vez un caracol llamado Vicente, un caracol adolescente, pegajoso como todo caracol y enroscado como todo adolescente.  

Vicente, como todo caracol tenía un paso lento y como todo adolescente se sentía confundido, porque todavía no encontraba su lugar en el mundo.

Vicente era ansioso, quería todo rápido, todo ya.  A veces sentía que era un leopardo atrapado en el cuerpo de un caracol.

Vicente el caracol adolescente sentía un peso muy grande sobre sus espaldas, y no es raro que sintiera eso, ya que llevaba sobre sus espaldas, como todo caracol, un enorme carcasa, y como las rimas son sabias, carcasa rima con casa.

Ese fue uno de los tantos problemas con los que tuvo que lidiar nuestro amigo Vicente el caracol adolescente, cuando en un acto de rebeldía quiso librarse de todo y decidió irse de su casa.

Que problema tan grande tienen los caracoles rebeldes cuando quieren irse de su casa. Porque los caracoles llevan su casa siempre con ellos!  

Un día cansado de todos los problemas propios de estar creciendo, enojado y algo confundido, Vicente el caracol adolescente tomó la decisión de irse de viaje. A conocer otros lados del mundo, decidido a emprender su viaje con su casita a cuestas, tomo coraje y empezó a moverse a toda velocidad, es decir, despacito.

Aclaremos que el mundo de un caracol es muchisisisisisisimo mas pequeño que el que nosotros vemos y conocemos. Vicente el caracol adolescente nunca había salido más allá del cantero de las plantas de la escuela del barrio.

Una mañana de otoño, Vicente se encontró con su amiga Alelí la colibrí, de la cual sentía mucha admiración por su plumaje multicolor y la enorme velocidad con la que agitaba sus alas haciéndolas casi invisibles.

- Cómo me gustaría poder volar como vos - le dijo un día Vicente a Alelí - podría conocer otros mundos, viajaría lejos, lejos, muy lejos, más allá de los que algunos llaman la vereda.
- Pero Vicente, vos también podes viajar, aunque no vueles. Podes construir una hermosa autopista de baba y llegar adonde vos quieras! - le dió ánimo Alelí la Colibrí.
- Que injusta es la vida, algunos tienen mil colores y alas mágicas y a otros nos toca llevar una mochila pesada y un hilo de baba. - refunfuñó Vicente.
- Ya te vas a dar cuenta de que eso que tanto te pesa y te molesta no es otra cosa que una brillante armadura -dijo sumándose a la charla Hugo el Tortugo que al parecer todo lo sabía - un armazón como la de los caballeros, que fueron grandes guerreros, muy respetados.- agregó Hugo con un tono doctoral.
- Pero las criaturas lentas como usted - A Hugo todos le hablaban de usted- o como yo nunca podremos cruzar eso que muchos llaman calle- le respondió con tristeza Vicente al sabio Tortugo- mi prima Rosa la babosa se burla de mi porque cargo con esta casa a todos lados.
- Tu prima Rosa, es una babosa envidiosa, no le hagas caso - afirmó el tortugo- es muy útil llevar nuestra casa siempre con nosotros, somos muy afortunados. Te puedo contar la historia de mi tía Manuelita, que con caparazón y todo llego hasta un lugar llamado París y hasta se dio el lujo de volver a su Pehuajó natal.
- Y dicen que volvió muy mona, tu tía Manuela, buenmoza con peluquita  y todos los accesorios de la moda francesa - se entrometió Glosa la mariposa vanidosa siempre enfocada en la belleza exterior.

Así fue que entre tanta charla y casi sin darse cuenta todos fueron desplazándose distraídos y entretenidos. Cuando Vicente se quizo acordar ya estaban en el cordón de la vereda. Sus amigos le dieron animo, lo saludaron deseándole suerte, no faltó quien le pidiera que traiga alfajores, otros le dijeron que saque muchas fotos y entre una cosa y la otra como quien no quiere la cosa ya estaban en la mitad de la calle, por suerte era domingo y de mañana, por eso no había autos que pasaran, ni chicos en bicicleta. Al llegar al cordón de la vereda de enfrente Vicente les agradeció por el apoyo recibido, los consejos y las indicaciones.

- Desde acá sigo solito, nos vemos a la vuelta- les dijo cargado de coraje y con un poquito de miedo, porque el miedo y el coraje siempre vienen los dos juntos, igual que los caracoles y sus casitas. Y como sabemos desde ahora eso no es ningún problema.

Y colorín colorado este cuento ha terminado.
N.R

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